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El 25-S, una realidad sin trato merecido


Miles de personas en Neptuno. Foto: El Diario.es/Juan Luis Sánchez
  • TVE no trata como se merece en su informativo de mediodía el 25-S
  • El Diario.es se lanza desde el primer momento a contar las cosas tal y como las ve.
  • Las redes sociales vuelven a ser las grandes aliadas de los ciudadanos presentes.

La  noticia de hoy miércoles es sin duda el 25-S. Una muestra de ello es que los grandes medios de comunicación extranjeros se han hecho eco de dicha noticia, de cómo los ciudadanos españoles salieron a la calle, rodearon el Congreso y cómo los cuerpos de seguridad del estado cargaron contra ellos. Pero parecer que en la televisión pública de este país se preocupa más otras cosas, concretamente de las elecciones en Cataluña que apuntan hacia una posible independencia. Esto me lleva a pensar que ya se empieza a notar la destitución de Fran Llorente al frente de los informativos de TVE.

El cielo más negro desde la Transición

Luis de Guindos y Jean Claude Juncker. Foto: Reuters
  • El sistema financiero español se encuentra en una situación muy delicada
  • El ministro De Guindos define el rescate como "apoyo financiero"
  • Es necesario leer blogs y opiniones de expertos para saber cuales serán las consecuencias reales de la medida tomada

La situación de España es extremadamente grave. Nuestro sistema financiero hace aguas por todos los lados y se ha convertido un Titánic a la deriva y que arrastra consigo a, prácticamente, todos los pasajeros, porque siempre quedarán los que se encuentran en los camarotes de la clase alta y se salvarán en los pocos botes que quedan.

Por este motivo, en una clara apuesta por salvar la Unión Europea -dicen los expertos que somos la cuarta potencia-, el Eurogrupo apostó el sábado por el rescate a la banca de nuestro país, aunque el ministro Luis de Guindos no parara de utilizar eufemismos y lo definiera, en la rueda de prensa correspondiente tras saberse al noticia, como "apoyo financiero". No obstante, dicha comparecencia pasará a los anales de la historia por ser la más extraña de las acontecidas, debido a que no se dijeron las cosas claras y lo realmente interesante no fue resuelto con claridad. Así pues, vale la pena analizar varios puntos que se dijeron y que habría que tener muy en cuenta de cara al futuro:

'El cine de Paco', otro paso hacia delante de TV3

Frame del documental. Fuente: El Terrat
  •  TV3 vuelve a emitir un documental que no deja indiferente a nadie
  • El canal público vuelve ser calidad y plural con la emisión de El cine de Paco
  • Es necesario que este tipo de documentos audiovisuales se vean a nivel estatal
La cadena autonómica catalana TV3 volvió a demostrar, una vez más, que está al frente de lo que podemos llamar televisión de calidad y plural al servicio del ciudadano. Y es que el programa 'Sense Ficció' emitió esta semana el documental 'El cine de Paco', un magnífico documento en el que se demuestra la manipulación de la información que hacía el régimen franquista desde el NODO.

Cabe señalar que no hay que perder de vista que nos encontramos ante una televisión pública y que este tema, pese a ser un país democrático, parece ser tabú en la mayoría de medios de comunicación, ya que en pocas ocasiones se trata de él abiertamente y con naturalidad. 

Digamos 'Stop Explotadores'

La Libertad guiando al pueblo - Eugène Delacroix. Fuente: Wikipedia
  • La situación es crítica y muchos empresarios se aprovechan de ello
  • Bajo el pretexto de ser un proyecto, algunos argumentan que se tiene que trabajar gratis, haciendo colaboraciones
  • No nos podemos pisar entre compañeros aceptando trabajos que degradan la profesión 

Cada día son más los compañeros de profesión que engordan las listas del paro. El periodismo se ha convertido en uno de los sectores más castigados por la tremenda crisis que vivimos actualmente, ya que su financiación, que durante años se ha basado prácticamente en la publicidad, ha dejado de funcionar y, por lo tanto, ya no da los beneficios de antiguamente. Pero la tremenda situación por la que se atraviesa se ve agrabada por el afán de ciertos empresarios (mejor dicho 'pseu empresarios', porque son la vergüenza de la sociedad) por querer enriquecerse a costa de la complicada situación por la que pasan los desempleados españoles.

'Save the journalist' - Salve a un periodista

Vivimos en una situación extremadamente crítica. Cada día que pasa la cifra de parados aumenta, del mismo modo que las empresas que cierran. El temor se ha instalado en la sociedad y vivimos con miedo, un miedo permanente que te lleva a pensar que trabajar se ha convertido en un bien muy valorado, en una suerte el poder decir "tengo trabajo".

Todo esto que os estoy contando a modo de introducción no es nada nuevo para vosotros. Y más concretamente para ti, amigo/amiga, compañero/compañera periodista. Salir por la noche de la redacción con la incertidumbre de si al día siguiente se anunciará un ERE en la empresa o si serás un nuevo despedido es la tónica general, nuestro pan de cada día. Y eso bien lo saben algunos jefes malos, que además de mandarte a cubrir el trabajo diario, por el cual te has estado formando duramente, te obligan a hacer otro tipo de labor, como el ahora tan de moda community manager. ¡Ah!, y no te quejes si no te sube el sueldo, por la respuesta será clara: "Si no lo haces te vas a la calle, que tengo muchos currículums en la mesa de mi despacho que estarán dispuesto a hacerlo, y a un menor sueldo".

El suicidio del periódico

Pregunte a los que trabajamos en esto de imprimir periódicos y le diremos que conocemos la fórmula que nos salvará de la defunción. Apostar por temas propios. Asumir que ya no podemos competir en actualidad y ofrecer a cambio profundidad y grandes reportajes que aporten valor extra. Dejar de dar las noticias de ayer. Así que el pasado 26 de diciembre todos los periódicos decidimos que el tema principal de nuestras portadas no sería la noticia del día anterior. Escogimos, en su lugar, una de dos días antes.

“El Rey muestra gran preocupación por el daño a la Corona del Caso Urdangarin”, informaba ese lunes El País sobre el discurso que el monarca había dado el sábado (el domingo no hubo periódico). “El Rey pasó el examen”, titulaba El Mundo. “La Justicia es igual para todos”, destacaba ABC recogiendo la ya célebre cita real. Cuesta imaginar a ningún lector comprando el periódico para informarse de algo que sucedió dos días antes, fue televisado en directo por todas las cadenas, recogido al detalle por las páginas webs y comentado hasta la saciedad en las redes sociales. Que aún así fuera la noticia que mandó en todas las portadas demuestra que no es del todo cierto que la crisis esté matando a los periódicos, aunque sin duda ha contribuido a nuestra depresión crónica. Asistimos a un intento de suicidio.

Al paciente le han dicho que debe abandonar su vida sedentaria y ejercitarse un poco. Él sabe que es así, e incluso se levanta del sofá de vez en cuando, pero la inercia le devuelve una y otra vez a sus malos hábitos. Ha hecho las cosas a su manera durante tanto tiempo que ni siquiera la cercanía del final le hace reaccionar. Seguimos imprimiendo el discurso del Rey dos días tarde de la misma forma que dedicamos religiosamente una página a la Operación Salida de Semana Santa y dos al temporal. Le contamos al lector que ayer hizo frío, cuando está leyendo en Internet que ya ha salido el sol. Que ayer hubo un terremoto, cuando ya es crisis nuclear. Que el último atentado pudo haber sido cometido por Iluminados en Acción, cuando su líder ya lo ha reivindicado en Twitter.

La reciente desaparición del diario ADN y el concurso de acreedores de Público tampoco parece que vayan a obrar el cambio radical que requiere la situación. La culpa es de la crisis. De los anunciantes. De internet. Del lector, que se resiste a pagar. La culpa es de cualquiera menos nuestra o del producto que hacemos. Si un restaurante deja de tener clientes, se entiende que la comida o el servicio han dejado de ser buenos. Si los periódicos perdemos lectores, el problema es que nuestros clientes son unos tacaños. ¿Es posible que no les estemos dando un producto por el que crean que merece la pena rascarse el bolsillo? ¿Que mientras nos dedicábamos a analizar, valorar y criticar el trabajo de los demás (políticos, deportistas, actores…), descuidáramos hacer lo mismo con quienes teníamos más cerca, nosotros mismos?

Dos tercios del contenido de los periódicos es el mismo, independientemente de la cabecera que se compre y matizado solo por adornos ideológicos. Hay días en que todos los columnistas de un mismo periódico dicen lo mismo, con diferentes palabras. Días en que pasas las páginas y no consigues pararte en nada que te llame la atención. Días en que ves destacadas en portada declaraciones de políticos que han salido tantas veces, diciendo lo mismo, que no queda sino concluir que han parasitado la portada: saben qué deben decir y cómo para permanecer adheridos a ella. Un corresponsal, en Pinto o Kabul, sabe que es probable que la noticia del día ocupe la portada a la mañana siguiente, aunque haya sido repetida mil veces por las agencias y recogida por la web de su medio. Si por el contrario envía un reportaje intemporal y no atado a la actualidad, no importa lo bueno o exclusivo que sea, sus posibilidades de ser destacado se reducen. A cero, si los mismos políticos de siempre se dijeron algo más zafio que de costumbre el día anterior.

El resultado lo pueden comprobar tomándose un café frente a un quiosco. Es difícil ver a un menor de 45 acercarse siquiera. Los periódicos han sido arrinconados por los productos promocionales que los acompañan. Las exclusivas del día anterior han dejado de envolver el pescado de la mañana: ahora envuelven el último juego de tazas, ofrecido con la esperanza de que los lectores no nos abandonen. Ya que se están marchando de todas formas, que nos dicen que nuestro producto no es suficientemente bueno, quizá ha llegado la hora de apostar nuestra supervivencia al periodismo sin más. Uno cada vez más diferenciado de la competencia, y no solo ideológicamente. Independiente de las agendas políticas de los partidos y las rutinas informativas. Con reportajes que el lector no podrá encontrar en ningún otro sitio. Un periódico cada vez mejor escrito, presentado de forma sugerente y sin sensacionalismos en ese escaparate de nuestra mejor mercancía que es la portada.

Pregunte a los que hacemos periódicos impresos y le diremos que conocemos perfectamente la fórmula que nos salvará de la desaparición. Es la misma que nos resistimos a aplicar. Cuando al fin nos decidamos, es posible que sea tarde y nos encontremos publicando la noticia de nuestra defunción. Con un día de retraso.

Fuente: http://davidjimenezblog.com/2012/01/04/el-suicidio-del-periodico/

El fotoperiodismo es un trabajo en peligro de extinción

Diciembre es un mes en el que muchas personas olvidan sus problemas y se dedican a ver qué cenarán en Navidad, qué regalarán, qué recibirán y cuáles son sus planes para el próximo año. Algunas compañías sin embargo deciden que es un buen momento para despedir personal y ahorrarse algo de dinero, en especial si el trabajo por el que unos cobran lo pueden obtener gratis de otros lados como el caso de CNN que despidió a sus fotoperiodistas pues ahora prefiere usar imágenes que envían los usuarios de smartphones.

La fotografía ha servido desde su invención para documentar y reflejar la realidad de las cosas. Gracias a las fotografías podemos conocer aspectos de la vida diaria y la apariencia de lugares, cosas y personas. Por ejemplo, es posible que nunca en tu vida hayas visto a una jirafa pero ya las conoces gracias a una fotografía e incluso en algún momento se fotografiaba a los muertos para conservar su imagen.

El trabajo de los fotoperiodistas ha sido esencial en muchas ocasiones; el click oportuno en el lugar correcto puede denunciar actos criminales, mostrarnos la belleza de un atardecer en algún lugar remoto del planeta o hacernos conocer a alguna figura pública, sin embargo la existencia de este trabajo está peligrando debido a que en algunas compañías como CNN es más importante ahorrarse el salario de sus reporteros y despedirlos para aprovechar las ventajas de que las imágenes más oportunas les lleguen gratis de parte de los millones de usuarios de smartphones con cámara fotográfica.

La razón es sencilla y consiste en que cuando suceden los acontecimientos más importantes e impactantes no son los fotoperiodistas los que están presentes sino las personas que teniendo a la mano la cámara de su smartphone capturan lo más importante, en especial cuando suceden cosas no planeadas como desastres naturales o crímenes. Cuando ocurren asaltos, cuando las casas se queman, cuando alguien visita un lugar inesperado son los usuarios con sus smartphones los que estarán presentes y documentarán los hechos.

Además la existencia de plataformas para compartir fotografías como Flickr facilitan la distribución de la imagen; según las estadísticas las fotografías del iPhone 4 son las más subidas a la plataforma seguidas de las tomadas por la cámara Nikon D90. Incluso la cámara de los smartphones es tan popular que algunos periodistas ya las están usando pues presenta varias ventajas como su fácil manejo y uso y las nuevas altas resoluciones que están manejando. No solo son pequeñas sino que también discretas y pueden pasar desapercibidas si son manejadas de la manera correcta.

Sin embargo algo muy importante que debemos considerar es que esta inmediatez de la herramienta fotográfica también está haciendo de lado la habilidad y conocimiento del fotógrafo respecto a una imagen bien tomada. Claro que la cámara no hace al fotógrafo pero en plataformas donde se maneja tanta información de manera tan rápida como Twitter, lo que termina contando es la fotografía. Y la pregunta que hay que hacernos es, si una persona con smartphone puede tomar fotografías dignas de un periódico, ¿qué hace al fotoperiodismo algo valioso?

Uno de los aspectos que los fotoperiodistas tienen y que una persona que no ejerce ese oficio, es la ética pues los profesionales no manipulan la información con una imagen ni deben añadir o quitar nada por medio de software computacional porque las compañías que dan noticias dependen completamente de la credibilidad y autenticidad de sus imágenes. Algo más que aporta un profesional en fotografía es la capacidad de construir una imagen que exprese y evoque lo que está mostrando, y no lo hace una sino muchas veces.

El memo que enviaron para dar la noticia del despido a sus fotoperiodistas dice lo siguiente: “Invertimos mucho tiempo analizando cómo utilizamos a nuestros fotoperiodistas en todo Estados Unidos. Miramos el impacto que genera el uso de contenido generado por los usuarios de redes sociales llamados iReporters de CNN [...] y las tecnologías se están simplicando además de hacerse más accesibles. Las cámaras más pequeñas ahora ofrecen una gran calidad y están a la mano de más personas por lo que después de terminar este análisis CNN determinó que algunos fotoperiodistas deberán de dejar la compañía“.

Así que tal vez CNN crea que está ahorrándose unos dólares (¿qué son comparados con los millones que ganan todos los días?) al despedir a sus fotoperiodistas y más en estas fechas, pero tal vez no logren encontrar la calidad ni el contenido que les dan los años de experiencia, práctica y técnica.

Fuente: http://cerebro-digital.com/noticias/el-fotoperiodismo-es-un-trabajo-en-peligro-de-extincion/

Putas y periodistas

En esta ocasión os cuelgo un gran artículo de opinión escrito por David Jiménez, en el cual se relata la crudeza por la cual está pasando el periodismo. De nuevo, es cierto que no trata directamente sobre la televisión, pero no está de más leerlo atentamente para reflexionar.

Putas y periodistas

Mi periódico pidió años atrás una colaboración a Camilo José Cela y el Nobel español dijo que lo haría por una cantidad de dinero. Cuando desde la redacción trataron de regatear el precio, su respuesta fue enviar el folio gratis y concluir el artículo diciendo que los escritores son como los toreros y las putas, “que pueden torear en festivales o joder de capricho, pero sin bajar los precios jamás”.

La anécdota viene a cuento porque se está poniendo de moda entre los medios españoles pedir artículos, fotografías y vídeos a cambio de nada. Se asume que los periodistas estamos tan desesperados como para trabajar de balde, quizá con la esperanza de que el cliente quede satisfecho con el servicio y vuelva a por más.

Solo que no vuelve o lo hace con las mismas condiciones.

El dinero que ofrecen los que sí pagan se ha reducido a cantidades tan indignas, tan desvinculadas del esfuerzo o el mérito del trabajo, que dan ganas de responder a lo Cela. No enviando el artículo gratis, sino al editor de turno a la mierda. Y los hay que se frotan las manos ante la implantación del periodismo de bajo coste, cabe pensar que porque no leen sus propias publicaciones. ¿Es posible que no hayan caído en que los periodistas, como las líneas aéreas, terminan ajustando la calidad del servicio al precio? ¿Que se les está forzando a producir periodismo de charcutería para sobrevivir?

Lo cuento desde la confortable distancia. Tuve la fortuna de arrancar en el oficio en una época de bonanza. Mi periódico, El Mundo, siempre me ha tratado bien. Pero los medios no pueden hacerse sin los buscavidas del oficio, los colaboradores y reporteros a la pieza que se fajan por conseguir las mejores historias y fotografías, porque les va el desahucio en ello. Hacen mejores a los que nos hemos acomodado en la nómina. Al medio al que se ofrecen. A la profesión.

Por eso es tan injusto que cientos de ellos lleven meses sin cobrar o que se les sugiera que trabajen gratis, diciéndoles que su trabajo no vale nada. “Es la crisis”, dice la canción que sale de los despachos. Aunque nadie recuerda que en tiempos mejores alguien descolgara el teléfono para decir: “Oye, va todo tan bien que hemos decidido pagarte el doble por el último reportaje, ese en el que casi te vuelan la cabeza en Kandahar”.

La crisis sirve para faltar el respeto a los profesionales y a los lectores. Para enviar a la gente a cubrir guerras sin un seguro. Para pedir que se escriba del Congo desde Alcobendas, sin dejar de enviar a tres reporteros a cubrir un partido de fútbol y a media redacción a la última boda de la tontocracia. La crisis sirve para despedir a veteranos del oficio que solían hacer una cosa bien (PERIODISMO) y sustituirlos por jóvenes más baratos y explotables que hacen cinco al mismo tiempo, ninguna periodismo.

Solía decirles a los futuros reporteros que habían elegido la mejor profesión del mundo. Una con mucha precariedad, cierto, pero también una de las pocas que no conocen el paro. “Nadie sabe de una gran exclusiva o reportaje que no se haya publicado”, dije en alguna facultad. “Coge la maleta, vete a un lugar del mundo donde estén pasando cosas y empieza a contar historias. Lo peor que te puede pasar es que aprendas, de periodismo y de la vida”.

Por primera vez dudo de la validez del consejo. ¿Irse dónde si cada vez interesa menos lo que pasa más allá del vecindario y la pelea de gallos que es la política nacional? ¿Vender qué historias si el dinero que se ofrece no paga el taxi, difícilmente el recibo de la luz? ¿A aprender qué si lo que se pide desde muchas redacciones es rapidez y cantidad, despreciando la calidad?

Quizá Cela tenía razón y los periodistas están destinados a ser como las putas: trabajando sin horario ni garantías, a menudo de noche, ofreciendo sus servicios al mayor número de clientes posible y soportando a los aprovechados que tratan de regatear los precios o intentan que el servicio les salga gratis, prometiendo traer dinero y respeto en una próxima visita. Solo que no vuelven o lo hacen olvidando ambos. Otra vez.

El suicidio del periódico (de papel)

Os cuelgo un interesante artículo que, aunque no hace referencia a la televisión, sí que lo hace sobre el mundo del periodismo y los periódicos en general. Desde mi punto de vista, es una excelente crítica a la prensa escrita que merece una letura pausada y, tras ella, una meditación profunda.

El suicidio del periódico (de papel)

“El peor enemigo del periodismo no es la corrupción, sino la mediocridad”. Valentí Puig.

Me considero un buen comprador de periódicos. Y un aceptable lector, capaz incluso de recortar y conservar los textos que me resultan interesantes. ¿Diógenes? Hasta hace poco recorría cada jornada muchos kilómetros para hacerme con la prensa. Actualmente compro todos los días de la semana El País y Público. Los miércoles y sábados añado La Vanguardia, por el suplemento cultural y la página de Gregorio Morán, respectivamente. De paso leo las “contras”. Y los sábados también compro el ABC, por su interesante suplemento cultural. Alrededor de 90 euros al mes, más de mil al año. Mucho dinero, sobre todo teniendo en cuenta dos factores: que buena parte de esa información se encuentra de manera gratuita y actualizada en la red, y que los contenidos, en lugar de mejorar, empeoran.

¿Dejaré alguna vez de comprar periódicos? El día parece próximo: ¡son los mismos periódicos quienes me lo piden a gritos! Hace un par de domingos, al ver por enésima vez a Rubalcaba en la portada de El País, pensé que era un buen momento para comenzar a ahorrar. El pasado domingo tuve la misma sensación leyendo, en la crónica a toda página de una charla entre Iñaki Gabilondo y Juan Luis Cebrián, las propuestas de este último para “dar soluciones, sobre todo políticas…a la crisis que nos ahoga y nos paraliza”. Realmente ¿quiero pagar por conocer las recetas económicas de alguien que no ha sabido gestionar su propio patrimonio? Solo un día después volvieron las dudas, al leer de nuevo a Iñaki Gabilondo, ayer lunes y otra vez a página completa, en esta ocasión hablando de fútbol con Juan Cruz.

El pasado sábado El País subió de precio 30 céntimos. Incluía dos nuevos suplementos, S Moda y Revista Sábado, que no me interesan lo más mínimo: el primero está dedicado a la mujer y la moda, y el segundo a “las entretelas del poder, la fama y sus protagonistas”. 30 céntimos más por nada. Sin embargo, El País no bajará de precio los viernes, pese a que ya no incluye Tentaciones, un suplemento que sí me interesaba.

Los periódicos han dejado de pensar en mí como lector. Los grandes periodistas se han convertido en mediocres empresarios, y los mediocres periodistas en nefastos patronos. Ven al lector como consumidor, y creen que solo será la publicidad, y no los contenidos, quien les mantendrá con vida. “En busca de publicidad, las revistas musicales venden estilo de vida”, escribió Diego A. Manrique hace unos meses precisamente en El País. A los periódicos les está pasando algo parecido: los dos nuevos suplementos de El País, una versión de los que lleva años publicando El Mundo (Yo Donna y Crónica), están repletos de anuncios de marcas que marcan: Loewe, Ralph Lauren, Carolina Herrera, Dior…Venden, como dice Manrique, un estilo de vida. Lujo. En las páginas de contactos, putas. Y en el dominical, entrevistan a Charles Rolls, propietario de Fever Tree, “la tónica premium que ha revolucionado el mercado”.

No es éste el periódico que quiero comprar. No creo que sea éste el periódico que requieren los tiempos que vivimos. Frente a la crisis, en lugar de compromiso veo a modelos vestidas de Loewe y Dior. Donde debiera haber más crítica, más independencia y menos corporativismo, encuentro “las entretelas del poder, la fama y sus protagonistas”, bebidas premium y viajes a Londres de la mano de Boris Izaguirre. En los periodistas se desarrolla la autocensura, y la creatividad está siendo sustituida por el instinto de supervivencia.

Podría contar detalles de otros diarios, por supuesto. Público, que de lunes a jueves cuesta un euro, el sábado sube de precio hasta los 2,50 al incluir “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, un libro maravilloso del que tengo varios ejemplares en diferentes ediciones y formatos. No necesito el libro de Público, solo quiero el periódico. Pero no puedo comprarlo de manera independiente. De alguna manera, Público me está pidiendo que deje de comprarlo. Y qué decirle del ABC de los sábados… Pues que arranco el cultural y tiro íntegro el resto del periódico: un día lo abrí por las páginas de opinión y tardé semanas en quitarme de las manos el olor a momia que me dejó la columna de Juan Manuel de Prada.

La defunción inminente de los periódicos de papel no debería ser considerada muerte natural. Es un suicidio. Como lector, mi paciencia se agota. Cuando compro el diario no busco estilos de vida, famosos, frivolidades, sinergias o momias. Quiero información cierta y responsable sobre la actualidad, basada en la observación y los principios morales. Es decir, quiero periodismo. Y si es posible, con algo de talento.

Fuente: http://www.cuartopoder.es/telematon/el-suicidio-del-periodico-de-papel/638